sábado, 20 de noviembre de 2010

El pescador y la Lamia

L
os perros ladraban en la lejanía, al son del humo silencioso que emana de un antiguo pueblo. El lánguido valle de la adolescencia, donde la luna derrama una luz mortecina de fruncida sombra por encima de largas hileras de coníferas densamente pobladas. Hubo un tiempo en el que aquel valle sonreía silencioso, confiando su cuidado al fulgor de las estrellas. Hoy sólo son recuerdos de la lenta miel de los viejos, que el paladar alimenta y de brillo llena los ojos.
Aquella vieja mañana el sol le acompaña cantándole las posturas, en la quietud absorta se consumía el mediodía, mientras la transparencia del silencio era rota por la rapidez fulgurante de la línea, silbando apenas entre dientes…, en la punta un atajo de pelos certeramente edificados, revestían el inmortal anzuelo.


El río rompe por piedras angulosas formando gravas y gravillas, torrentes llenos de espumeros serigrafían el paso de los años. Nuestro joven protagonista, asciende ágilmente de roca en roca, engañando a indómitas criaturas de singulares puntos rojizos y negruzcos. Con la experiencia de un veterano las va devolviendo a su medio tal como su padre y su abuelo así lo mostraron, guardando para sí una captura de muy de vez en cuando que entablase la cena junto a su madre.
Absorto en la felicidad que nos hace olvidar todo, empezó a escuchar un canto maravilloso, un juego insuperable de sonidos y melodías que recorría su cuerpo, un ritmo excelso reclama su atención devota y lo hace ascender por sendas dibujadas por el viento. Al separar con delicadeza unos brezales, la claridad del pecho palpita de puro asombro, sobre un peñasco enclavado en medio del río se encuentra sentada la joven más hermosa que jamás hubo visto. Tenía el cabello largo y rubio, tan largo que le sobrepasaba las rodillas… Se peinaba con un peine de oro mientras cantaba una extraña melodía. La mirada de nuestro muchacho estaba hipnotizada, detenida en el tiempo sobre aquel bello ángel de piel cálida. En eso la mujer dejó de cantar y desvió su mirada hacia los brezales. Al ver al joven pescador se zambulló presurosamente en el río. Al poco entresacó la cabeza del agua, ocultándose tras la roca, asomándose temerosamente… contenida, mientras el muchacho contemplaba, atónito, ensimismado. Finalmente dejo de esconderse y abriendo sus grandes ojos transparentes la preciosa lamia preguntó:
-¿Quién eres?
El pescador permaneció mudo.
-¿Quién eres? Insistió la joven.
Aitor, Soy Aitor – acertó a responder al fin-. ¿Y tú?
La joven y bella lamia se echó a reír y no respondió zambulléndose de nuevo en el agua, Nuestro amigo esperó y esperó incluso entró en el agua, pero al ver que la joven no aparecía regreso al pueblo, con la razón nublada y muy, muy confuso.

Durante unos cuantos días no salió de casa, su mente divagaba, sentimientos contradictorios en permanente lucha lo atosigaban, se sentía enfermo confuso, no podía parar de pensar en la joven que había visto en el río. Así que se decidió cogió su vara y su carrete, y pertrechado se acerco de nuevo al río. A medida que se acercaba a aquel lugar de nuevo empezó a escuchar aquel canto de los ángeles, y se sintió feliz. La hermosa joven al igual que la vez anterior peinaba sus largos cabellos dorados sentada encima de la roca junto al viejo sauce llorón… Al ver a Aitor dejo de cantar y le sonrió:
Buenos días Aitor – le dijo- Te estaba esperando.
A mí – preguntó estupefacto-
Si a ti, acércate, acércate por favor.
Aitor se aproximó a la piedra y allí se sentó. Pasaron las horas y ninguno de los dos hablaba, solo se miraban.
¿Te casarás conmigo? – preguntó la joven lamia cuando el sol empezaba a ocultarse.-
Si –respondió Aitor-
En señal de compromiso, la joven le entregó un anillo, que Aitor puso en su dedo anular al instante.
Tras la despedida y con el joven ya en casa, este busco raudo a su madre.

Madre voy a casarme
Pero hijo… ¿con quién? -pregunto su madre asombrada pues no sabía que su hijo tuviera novia-
Con la joven más hermosa del mundo. Vive en el monte, junto al río.
Pero ¿Quién es? – Insistió su madre-
La mujer más hermosa que he visto en mi vida.
¿Cómo se llama? ¿Quiénes son sus padres?
Es la más hermosa… la más hermosa….
La madre llegó a la conclusión de que su hijo estaba hechizado. Salió presurosa a la calle y habló con sus vecinos, con la abuela, con el tío, con el cura… todos le aconsejaron de forma distinta. Si es bruja… esto. Si es lamia… lo otro. Si es extranjera… aquello. Finalmente el hombre más viejo del pueblo también dio su opinión:
Si es lamia tendrá los pies de pato – sentenció –

La madre regresó a casa e hizo prometer a su hijo que miraría los pies de su amada. Después de mucho insistir Aitor prometió que así lo haría. De pronto… se apoderó un poderoso deseo de volver a verla y echo a correr camino del río. Su enamorada se estaba bañando y jugueteaba con las truchas, entraba y salía del agua como un delfín y su risa era como el sonido de mil cascabeles. Se acercó silenciosamente queriendo darle una sorpresa pero…ahí! los pies de su amada no eran como los de todo el mundo!
Los pies de la joven parecían patas de pato, definitivamente eran pies de pato! Aitor se quedó paralizado por el estupor y después regresó al pueblo con el corazón destrozado.
¿Y qué, hijo? ¿Qué ha pasado? ¿Has visto sus pies? -le preguntó impaciente-
Son como los pies de los patos… - murmuró el joven-
¡Es una LAMIA! ¡No puedes casarte con ella! ¡Lo oyes!, los humanos no se casan con lamias.
Aitor, presa de gran tristeza, se metió en la cama, y enfermó. La fiebre le hacía delirar veía el rostro de su amada y oía su voz llamándole…: “!Ven, querido, ven!” Pero él nunca volvió porque murió de pena.
El día del entierro la lamia acudió a casa de Aitor, se acercó al lecho, lo cubrió con una sábana de oro, y besó sus fríos labios. Siguió al cortejo fúnebre hasta la entrada de la iglesia, pero, como todo el mundo sabe, las lamias no pueden entrar en las iglesias, entonces regresó al río llorando por su amor perdido. Tanto y tanto lloró que, en el lugar donde cayeron sus lágrimas brotó un manantial que recuerda el amor imposible entre la lamia y el joven pescador.

¡Un saludo!

NOTA: La presente leyenda está modificada de la Leyenda” La lamia enamorada” que fue recogida tanto como por J.M de Barandiaran como por R.Mª Azkue.

3 comentarios:

Leo Kutú dijo...

Hno. de los anzuelos, Gaizka:
Las fábulas, cuentos, leyendas, etc. son una gratificación al alma cuando las leemos.
Un abrazo grande y,...
Un afectuoso sapukay.-

Revuki dijo...

Muy bonito, Gaizka.
Un saludo.

Anónimo dijo...

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