viernes, 29 de diciembre de 2006

Los arduos comienzos

La verdad es que desconozco, por parte de quien me viene esta afición, a la que dedico la gran parte de mi tiempo libre, nadie me alecciono de crío y siempre fue un referente en los sucesivos años que iban transcurriendo.

Siempre creí que iría perdiendo gas, apagando esa llama incesante, que anhela el rumor del río, sin embargo, aún considerándome todavía joven, albergo muchas dudas, creo que erré en gran parte de mis premoniciones, y estos principios de demencia parecen ya, no tener fin.
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A los 17 años, compré mi primer equipo de mosca, tuve que invertir el dinero de mi primer trabajo en ello, y además hube de pedir dinero prestado a mi fiel compañero de fatigas, amigo de arduas batallas, y causante de esta afición en la que hoy me veo inmerso.
Aprender un arte, sin referencia conlleva, dar muchos palos de ciego, recuerdo lanzar la mosca seca en bañador, metido hasta la cintura, en gélidas mañanas de diciembre y enero. Recuerdo capturar mi primera trucha con este arte, una fría mañana de marzo tras haberme sumergido, por dos veces consecutivas en las oscuras aguas de la pendiente de una presa. Aterido de frío, chorreando y con las botas repletas de liquido elemento, posé en la suave espuma de una chorrera, ni idea donde pacía aquella mosca, pero por un instante, creí ver un extraño.., un relámpago fugaz sobre la superficie del agua, tiré y sin saber muy bien cómo, lleve hacia mi una preciosidad de unos 16 cm que sin dudarlo restituí a su medio. Creo que fue el día mas glorioso de aquella temporada.
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Con el tiempo fui adquiriendo conocimientos, devoraba cualquier articulo referente a la pesca con mosca, cansado de dejarme el jornal, adornando las piedras y ramas de los arboles, compre un torno, recolecté de alfombras, moquetas, perros, incluso me iba al parque en agosto a esperar la caída de pluma de los pavos reales, poco a poco fui dando forma a mis pequeños engendros, con la firme creencia de que así ahorraría dinero, lo cual supuso un craso error, aunque satisfacía mi propio ingenio.
Los peces poco a poco fueron respondiendo, conseguí llegar a fundirme en él entorno, y a disfrutar de cada momento, comprendí la necesidad apremiante de formar una relación simbiótica con el medio, y conocí gente, gente que hoy en día son buenos amigos, me enseñaron más que en todos mis años de deambular como pescador errante, va por todos ellos mi más sincero agradecimiento.
Salud!

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